El monocultivo de árboles tiene consecuencias ambientales y sociales: desalojos de campesinos y pueblos originarios, incremento de incendios y sobreconsumo de agua. El Gobierno subsidia las plantaciones industriales y apuesta a duplicar la superficie, llegar a las dos millones de hectáreas. “Los monocultivos forestales no son bosques”, aclaran las organizaciones sociales.
Por Aguayala* para el Movimiento Mundial por los Bosques
Marzo de 2021 fue un infierno para comunidades de la región andina de Río Negro y Chubut. Incendios voraces azotaron el territorio, cuatro personas murieron y cientos de familias perdieron sus casas y medios de vida. A partir de 1970, la política de Estado fue reemplazar bosque nativo por plantaciones de pinos exóticos de rápido crecimiento. No se tuvo en cuenta el carácter de invasión del monocultivo forestal ni su propagación descontrolada.
Las plantaciones industriales fueron el pretexto para el despojo y apropiación de tierras de comunidades indígenas mapuches. Un caso que cobró relevancia en los últimos meses es el de las plantaciones de pinos del empresario Rolando Rocco, cerca de la localidad de El Bolsón, en Río Negro. Desde septiembre de 2021, la lof (comunidad mapuche) Quemquemtreu lleva adelante una recuperación del territorio ancestral. La acción fue respondida con extrema violencia: no sólo el Gobierno estableció un férreo bloqueo policial, sino que el 21 de noviembre dos jóvenes de la comunidad fueron atacados con armas de fuego: uno de ellos murió y el otro fue herido de gravedad. Dos hombres vinculados a las plantaciones fueron detenidos por este crimen. El joven mapuche asesinado era Elías Garay Cayicol, de 29 años. En ese mismo lugar, en 1993, mataron a la abuela mapuche Lucinda Quintupuray, por negarse a vender sus tierras, y luego a su hijo; crímenes que nunca se investigaron.
“El llamado Plan Forestal despojó del territorio a varias familias mapuches”, dice Mirta Ñancunao, de la Comunidad Mapuche Las Huaytekas, en Río Negro. “Quienes aún permanecemos en el territorio, contamos con claras evidencias y vivencias asociadas a la imposición, sometimiento, atropellos, despojos, desplazamiento forzados, procesos judiciales, modificación de hábitat, alteración de ecosistemas y fuentes hídricas, pérdidas de espacios de pastoreo de animales, de recolección de lawen (medicina mapuche), frutos, leña”, cuenta. Y advierte que 50 años después, sobreviven como ‘intrusos’ en un bosque invadido por pinos, en parcelas reducidas y en conflicto judicial.
A pesar de estos impactos, el gobierno argentino continúa subsidiando plantaciones industriales, con el argumento ya no sólo del supuesto desarrollo económico, sino también, como política contra el cambio climático. De las 1,3 millones de hectáreas actuales —100 mil de las cuales están implantadas en la Patagonia— se propone llegar a 2 millones en 2030.
Foto: Verónica Corzo
Pinos e incendios forestales
Los pinos reemplazan al bosque nativo en un proceso prácticamente irreversible por la magnitud con que se reproducen, por la velocidad con la que crecen y por el rebrote luego de incendios forestales. Los pinos apagan la biodiversidad de la región: inhiben el crecimiento de otros vegetales debido a las sustancias que segregan y a que desecan el suelo. La invasión en curso se puede observar en numerosos parajes del bosque andino-patagónico. Las semillas llevadas por el viento germinan hasta entre los lengales de altura y en no pocos casos se han encontrado ejemplares creciendo a decenas de kilómetros de la plantación original.
En las plantaciones de pino el fuego se propaga cinco veces más rápido que en el bosque nativo y treinta veces más rápido que en los arbustos de la estepa. Las semillas de pino resisten al fuego y germinan muy bien después de un incendio. De 1000 pinos por hectárea en una plantación brotaron 21.000 luego del incendio de 2012, de acuerdo a un estudio de la Universidad Nacional del Comahue. Cada incendio genera más masa combustible y da lugar a incendios más voraces.
El cambio climático además produce más sequías, calor y vientos extremos. En este contexto, continuar con el programa de plantaciones masivas equivale a multiplicar escenarios para próximas catástrofes.
Foto. Pepe Mateos / Telam
Pinos y sobreconsumo de agua
Varias ciudades cordilleranas de la patagonia argentina fueron rodeadas con los mal llamados ‘bosques comunales’, en realidad, plantaciones de pino ponderosa. En su mayor parte fueron sembrados con el argumento de que contribuirían a fijar las laderas y a disminuir la presión sobre el bosque nativo, y supuestamente, para generar una industria regional sin depender de las maderas del norte del país.
A su vez, en las últimas dos décadas desaparecieron pequeñas surgentes de agua usadas por vecinos. Tal es el caso de la ciudad de Esquel (Chubut), donde la comunidad primero pensó que podría ser una consecuencia del cambio climático. Luego advirtieron que las fuentes de agua se secaban al mismo tiempo que crecían las plantaciones.
Un número cada vez mayor de trabajos de investigación, y más aún de problemas sociales y territoriales, alertan sobre la enorme consumo de agua de las especies exóticas (como el pino) en comparación con el bosque nativo o con los pastizales y arbustos de la estepa. En una revisión de más de 500 cuencas hidrográficas a escala global se advirtió sobre la drástica disminución de caudales allí donde hay plantaciones, siendo mucho más marcada en las zonas secas.
Con plantaciones de pinos el caudal disminuyó el 40 por ciento y con eucaliptus el 75 por ciento. Se demostró, además, que la enorme demanda de nutrientes del suelo altera la calidad química del agua superficial y subterránea.
Para anticipar lo que puede llegar a ocurrir del lado argentino de la cordillera de continuar el Plan Forestal es oportuno ver las consecuencias del otro lado de Los Andes, en el Gulu Mapu (como en idioma mapuche se llama a Chile), donde la superficie de pinos y eucaliptus llegó a los tres millones de hectáreas.
En el centro-sur de Chile, tanto investigadores como las comunidades locales advierten que los monocultivos de pinos y eucaliptus contribuyen más que el cambio climático a la merma de caudales. Impuestos durante la dictadura de Pinochet, en la actualidad han alcanzado un nivel de invasión imposible de detener.
Las comunidades mapuches y campesinas del sur de Chile, rodeadas cuando no invadidas o expulsadas para establecer plantaciones a escala industrial, fueron las primeras en padecer las consecuencias del modelo.
“El gran flagelo que enfrentamos es el de las forestales, que sin piedad arrasan la vida natural con sus plantaciones exóticas en nuestra Mapu. Miles de hectáreas de pino y eucaliptos que además de extinguir todo elemento, flora y fauna nativa, va irremediablemente secando los cursos de agua más cercanos”, relataba en 2012 Rumian Lemuy, de la Comunidad Williche Kiyemtuain.
Las plantaciones han transformado por completo el paisaje del sur de Chile y son la principal causa de conflicto actual. La única respuesta del Gobierno fue militarizar la región y declarar estado de sitio. Durante los primeros días de noviembre de 2021, dos comuneros mapuches fueron asesinados por las fuerzas del Estado.
Crecimiento veloz de los pinos después de los incendios. Foto: Aguayala
Efectos en el río Chubut
El río Chubut nace de numerosos arroyos en la zona cordillerana y recorre la provincia de oeste a este, hasta el Mar Argentino. Las nacientes están en el límite entre el bosque y la estepa, una franja de unos 350 kilómetros de longitud. En esa región, sólo el grupo italiano de la marca de ropa Benetton ha implantado más de 10.000 hectáreas de pino ponderosa y continúa plantando.
Un trabajo reciente en esa zona mostró que la transpiración en las plantaciones de pinos adultos llegó hasta el 73 por ciento del flujo total de agua, mientras que en la estepa arbustiva fue solo del 10 por ciento. “Las plantaciones de pinos en la Patagonia semiárida evaporan todas las precipitaciones, resultando en cero drenaje profundo y cero recarga de agua subterránea”, concluye el estudio. Estos datos muestran que si continúa la plantación masiva de pinos en las cabeceras de cuenca disminuirá aún más el caudal del río Chubut, en bajante por disminución de las precipitaciones.
¿Por qué tanto pino ponderosa?
El 87 por ciento de las plantaciones en la Patagonia andina son de pino ponderosa y en Chubut representan el 96 por ciento. Los aserraderos no los quieren porque sobreabundan, su madera no es apreciada en carpintería, no sirve para postes, ni columnas ni como leña. Entonces ¿por qué y para qué tanto pino ponderosa?
El ponderosa crece en Patagonia al doble de la velocidad que en América del Norte, de donde es originario. Los plantines son viables en un 100 por ciento incluso durante años secos, lo que permite cobrar el subsidio estatal al finalizar el primer año del proyecto. El pino oregón, de madera equiparable a la del ciprés autóctono, en cambio, no soporta bien la sequía, por lo que para completar el plantel hay que replantar durante cuatro años. Recién entonces el plantador puede cobrar el subsidio. Por tanto, la motivación es obtener dinero en el menor tiempo posible. Esto incentiva plantaciones masivas sin considerar ni siquiera el uso final que se le dará a su madera.
Pero hay otras motivaciones. Como sucedió en Chile, Uruguay y en el norte de Argentina, detrás de los pinos y eucaliptos vienen las fábricas de celulosa y sus secuelas de contaminación hídrica. Un tema generalmente silenciado para no levantar anticipadamente resistencias sociales.
Voceros del sector declaran enfáticamente que las plantas de pulpa de celulosa están excluidas del Plan Forestal en la Patagonia. Sin embargo, ese fue el propósito manifiesto desde que se comenzó con las plantaciones en la década del 70. Las fábricas se ubicarían sobre el río Chubut, cerca de El Maitén. En un artículo publicado en el diario La Nación, en 2016, explican que el objetivo de la Compañía de Tierras del Sur —grupo Benetton—, es precisamente ese: “Cuando llegue el momento, darán madera de mucho mejor calidad que la del NEA (Noreste argentino), más apta para fibra celulosa”.
Teniendo el río Chubut y al menos un municipio cautivo a mano (como el Maitén, donde la mayor parte del ejido urbano es propiedad de Benetton, que además cuenta con el apoyo del poder político) no es difícil prever lo que puede ocurrir en las próximas décadas ni quienes van a ser los primeros perjudicados por el agua contaminada.
Invasiones biológicas, académicas, institucionales
El reemplazo de la vegetación nativa por plantaciones industriales tiene impactos múltiples, cuya magnitud es imposible visualizar si no se los considera en su conjunto y en sus interacciones mutuas. Sin embargo, ni la academia ni las diferentes reparticiones del Estado se comunican entre sí para acordar metas cuyos efectos luego no haya que lamentar. Incluso dentro de los mismos organismos del Estado las opiniones divergentes raramente o nunca se debaten en forma abierta. Por lo que la política forestal, de áreas protegidas, hídricas, de tierras fiscales terminan siendo definidas independientemente unas de otras por funcionarios obedientes antes que nada a las presiones de los intereses económicos.
La continuidad del Plan Forestal se aseguró con la formación de ‘recursos’, así llamados los egresados de la facultad de Ingeniería Forestal de la Universidad Nacional de la Patagonia. Recursos humanos para recursos forestales. El Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (Ciefap) y la facultad de Ingeniería Forestal, con el apoyo de la agencia alemana GTZ y sus operadores en los gobiernos provinciales impusieron el modelo forestal de plantaciones en curso y la necesaria legislación favorable. Algo similar ocurrió con la ‘pinocracia’ en Neuquén. Este ‘desarrollo’ forestal impuesto a mega escala no es más que otra forma de invasión territorial y de extractivismo.
¿Qué hacer ante el monocultivo forestal?
Es sumamente irresponsable continuar promoviendo las plantaciones, incluso fuera del bosque, en la zona intermedia hacia la estepa. Lo peor que se puede hacer es ‘naturalizar’ ese paisaje artificial y no ver todo lo que viene detrás: más sequía, acumulación de combustible para incendios cada vez más devastadores; y la contaminación de ríos por plantas de celulosa en un próximo futuro.
No es una cuestión con los pinos, es una cuestión con la escala, con las dimensiones, con la megapinería.
La siembra de árboles a escala industrial debe ser detenida. Las plantaciones que sean realmente necesarias deben estar precedidas por consulta previa e informada a los pobladores potencialmente afectados y del respectivo estudio de impacto ambiental. La política forestal debe estar integrada dentro de una política territorial más vasta, que antes que nada cese de expulsar gente de la tierra y de criminalizar comunidades que recuperan algo de lo que fue su territorio ancestral.
La expansión de las plantaciones preocupa a no pocas comunidades mapuches, tal como lo expresaron en el Parlamento por el Agua y el río Chubut, en El Maitén, a inicios de 2020: “Cuando carecemos de kizungenewün (decidir por uno mismo) padecemos las consecuencias de la imposición de este sistema capitalista extractivista. Así se imponen las plantaciones de pino, que generan sequías y destruyen los árboles nativos, se propagan fácilmente y son altamente inflamables”.
Es urgente detener las proliferaciones de pinos fuera de control en muchos sectores. Las acciones vecinales, individuales y colectivas, son importantes para frenar la propagación hacia áreas no invadidas o recuperar otras invadidas (en este folleto se sugieren acciones simples para extraer pinos pequeños o secar ejemplares en pie).
También tienen una enorme importancia educativa los encuentros para atajar la invasión o recuperar sitios específicos y favorecer la recolonización con ejemplares autóctonos. Recientemente se presentó en Esquel un proyecto de ordenanza para reemplazar gradualmente los mal llamados “bosques comunales” de pino que rodean a la ciudad por árboles autóctonos. El rukatún (minga o trabajo colectivo comunitario por el bien común) es siempre ocasión para crear solidaridad, comunidad, conciencia de lo que es de todos, de los bienes comunes, de la mutua interdependencia. Y todo lo que la creatividad y amor a la tierra vaya sugiriendo.
*Aguayala. Colectivo de investigación, difusión y acción sobre el agua –como bien común– en Abya Yala, con especial referencia a la región andino-patagónica, integrado por vecinxs, comunerxs mapuche, científicxs, empleadxs o ex del sector forestal, militantes de asambleas, comunicadorxs, artistas; con base en Esquel y la Comarca del Paralelo 42.
Título original. Megapinería en la Patagonia Argentina: invasión territorial, incendios y falta de agua
Edición: Agencia Tierra Viva
**Este artículo sintetiza el contenido de la publicación “Bienvenidos a Pinolandia. Agua, pinos, y territorio. Efectos (hídricos) de la pinificación del territorio”. Acceda a la publicación completa aquí. Allí podrá ampliar la información y encontrar las referencias biobliográficas completas.