Crónica: Candela Rivera – Fotos: Laura Artigues
El pasado martes 9 de septiembre a eso de las 20hs una fila ya pintaba la vereda de Groove mientras caía la tarde en Palermo. La gente llegaba tranquila, pero con emoción. Después de siete años, Groundation volvía a tocar en Buenos Aires, y el reencuentro prometía mucho más que un show. Era como volver a ver a un amigo que no ves hace mucho y que no sabes si cambió o si sigue siendo el mismo.
La noche arrancó con la presencia de Blackdali la banda de Darío Alturria, ex vocalista de Kameleba, subió al escenario con una banda sobria pero potente demostrando que el reggae argentino sigue diciendo cosas, sigue presente y que sobre todo sigue firme. Mientras blackdali hacia un recorrido de sus canciones Groove se iba llenando rápidamente y aguardaba muy complaciente la llegada de Groundation.
Cuando Groundation apareció en escena, ya no quedaba un rincón libre, el murmullo se hizo silencio. Finalmente, su voz decora el lugar, Harrison Stafford saluda al público y este estalla de emoción.
Groundation no es una banda más. Es una experiencia. Y eso se siente desde el primer tema. Lo que proponen en vivo no es un recorrido de sus canciones sino un viaje, uno que se toma su tiempo para avanzar, cada instrumento tiene un color y una fuerza única.
El sonido fue impecable y realmente único. El bajo y la batería estuvieron muy presente, los teclados y los vientos (impecables) terminaban de construir el sonido tan distintivo y pronunciado de la banda.
Más allá del repertorio, lo que hace único a Groundation es su manera de habitar el escenario. Cada canción tiene algo mágico.
La gente lo sintió. Hubo baile, claro, pero también muchos ojos cerrados y las manos en el aire. Estuvo la marca del público argentino en el canto de cancha con el grito de «ole ole ole». Este no fue un show para grabar con el celular, es para estar ahí.
Cuando el último acorde se apagó, el aplauso fue largo, sostenido. Hay conciertos que te dejan con ganas de más. Y otros, como este, que te dejan más lleno.
