Por: Lucía Sayago
La primera persona llegó 16 horas antes del horario de la entrevista. Y, por lo menos, 10 mil personas hicieron la fila detrás de él y pasaron la noche en la avenida Perón, como la pareja de Eliseo y Natalia. Ella dice que quiere un plato de comida todos los días en su casa.
En un montículo de cenizas, al que sólo le quedan dos brasas a punto de apagarse, aún fluyen tenues hilos de humo. El resto de la leña encendida la noche anterior, todavía conserva algo de calor. Los residuos de fogatas que usaron cientos de tucumanos en busca de trabajo para resguardarse del frío en la noche del martes y la madrugada del miércoles, se extienden por más de tres cuadras, de las bien largas de la avenida Perón, en Yerba Buena, a las 9 de la mañana.
Por el costado de estas cenizas, hay una fila que mide dos kilómetros de largo, cuyo ancho varía: por momentos son dos, una a la par de la otra, por momento cuatro. Sólo en los primeros 250 metros, hay una persona detrás de otra. Quien encabeza la fila llegó hace 16 horas y detrás de ella se ubicaron, por lo menos, 10.000 más.
Todas van por lo mismo: uno de los 500 puestos de trabajo que ofrece la cadena de supermercado Gómez Pardo, que en los próximos meses inaugurará una nueva sede en avenida Perón al 1900 en Yerba Buena. Por las redes sociales rápidamente se viralizó que la empresa.
Currículum impreso en mano, hombres y mujeres de entre 20 y 40 años llegaron desde las Talitas, Lastenia, San José, Delfín Gallo y desde los alrededores de Yerba Buena, y se ponían detrás del último de la cola en la moderna avenida. Poblaron las aceras del City Place y el Centro Comercial Open Plaza. Y desde ahí, se escuchó un grito.
-“¡Ese se ha colao!, ¡ese se ha colao, el de Boca!».
Lo demanda un grupo de jóvenes ubicados en los primeros 200 metros de fila. Al oír el alboroto, un joven que vestía un buzo de Boca caminaba envalentonado hacia los primeros lugares de la fila, detuvo su marcha y comenzó a volver en sus pasos y simuló hablar por teléfono.
Los primeros de la fila se instalaron con carpas y bolsos con abrigos y viandas a las 16 horas del martes. Los últimos en sumarse a la multitudinaria fila, llegaron este miércoles a las 7.30. Las puertas se abrieron poco después de las 8 de la mañana y una muchedumbre se agolpó sin respetar los lugares. El caos era tal en las primeras horas de la mañana, que uno de los aspirantes al empleo, ofreció un talonario para organizar a los primeros 500 de la fila. Esta acción generó confusión a quienes se encontraban más alejados de la puerta de la oficina de Recursos Humanos y, en más de un momento, protestaron por personas que se colaban en la fila y los que no contaban con números, se quejaban ante la policía que rondaba el lugar.
Natalia Ovejero tiene 25 años y a las 22 horas del martes, partió de su casa en Delfín Gallo para instalarse en los primeros lugares, junto a su marido Eliseo y su hijo Maximiliano de 3 años frente a la puerta del supermercado con la esperanza de conseguir al menos un puesto de trabajo. “Hoy no tenemos ningún ingreso, queremos tener un plato de comida todos los días”, confiesa.
Eliseo trabajaba en Musimundo, pero quedó sin trabajo cuando la sucursal de la que era empleado tuvo que cerrar por problemas económicos. “Ahora trabaja haciendo changuitas, y a veces con el auto hace viajes al interior con vecinos y gente conocida. Cuando hay paro de colectivos, también ofrece viajes al centro. Ahora no nos quedó otra que venir a buscar una oportunidad. Que nos toque a uno de los dos es lo importante”, explica mientras acaricia el pelo despeinado de su hijo.
Maxi durmió tranquilo, según relata su madre. “Nos preocupamos en que pueda dormir y descansar pero las colchas no eran suficientes, así que también lo tapamos con nuestros abrigos porque estábamos a la intemperie”.
Acogido por el calor de sus padres, se despertó a medio de la noche y tomó un yogur. Después se dio la vuelta y concilió el sueño rápidamente hasta las 6 de la mañana. “Apenas abrió los ojos pidió jugar a la pilladita con su papá”, relata entre risas Natalia. “Es mucha gente la que necesita, es como un sorteo, tenés un 1% de posbilidades de quedar. Esta vez nos tocó a nosotros hacer un sacrificio”.
En una carpa amarilla y arrugada, con capacidad para tres personas, un joven come un apretado de jamón y queso mientras, con la otra mano, se peina con los dedos. A un costado una pareja sentada en sillas plegables ceba mates y conversan, cada uno con una carpeta cristal sobre sus piernas. Los 500 puestos de trabajo, ya no parecen tantos.
La fila avanza lento. Cada 5 minutos, tres o cuatro pasos hacia adelante. “¡Le ha jugado al Quini 6! ¡Como 400 pesos le ha jugado!”, se escucha en un grupo de jóvenes. Hablan de un apostador santafecino que ganó 70 millones de pesos y en menos de veinte horas, el monto se devaluó 15%, tras las elecciones.
El padre de Miriam Carreas de 32, años le avisó que iban a tomar mucha gente en Gómez Pardo. Se organizó junto asu vecina y a su cuñada para viajar en colectivo desde el barrio Oeste II y partieron abrigadas camperas inflables y cargadas con una reposera para cada una. Llegaron a la fila a las 23.30 del martes. “Quiero darle bienestar a mis hijos. Tenemos experiencia en atención al cliente y podemos capacitarnos en lo que sea. Estamos sin trabajo y nuestros maridos se han tenido que ir al sur para trabajar. Al estar ellos lejos, no podamos dejar los chicos solos”, relata.
Yasmín tiene 13 años y Máximo, 6. Van a una escuela de jornada completa para que su mamá, Miriam, pueda trabajar de empleada doméstica. “Hemos traído el termo con café y colchas, se ha puesto muy fría la noche”, comenta en confidencia con sus acompañantes.
Colectivos repletos de gente disminuyen las expectativas de los que ya se encuentra a la espera de su turno. La concurrencia fue tan abundante que algunas unidades de la línea 100 que circulan por esa zona, colocaron desde temprano un cartel que informaba «A Gómez Pardo».
Entre la multitud que todavía espera ser atendida, tres jóvenes mujeres arregladas y maquilladas, caminan en dirección contraria al avance de la fila y sonríen. Casi doce horas después de llegar al lugar, les recibieron el currículum y les hicieron una breve entrevista. “Vinimos con sillas y con ganas de sentarnos y esperar. Hace 24 horas que estoy despierta”, señala Emilse de 29 años, quien desde las 23 del martes, junto a sus amigas Florencia y Constanza, esperan ingresar a la oficina. “Adentro fue ordenado, rápida la entrevista, nos hicieron pasar de a 9 y en la misma sala nos hicieron preguntas diferentes a todos. Qué puesto queríamos, qué expectativas teníamos, si teníamos hijos, tatuajes”, comenta.
Para matar el tiempo, armaron una fogata y colocaron sus sillas alrededor para charlar, reírse, pesar del frío. “Nos llenamos de olor a humo porque prendimos leña para pasar el frío, pero fue una linda noche”. La joven explica que a pesar de haber tenido una noche complicada, sin descanso, el brillo labial y maquillarse antes de salir de su casa, fueron los grandes aliados para tener buena presencia en la entrevista de esta mañana.
Nelson apuesta a su experiencia para obtener un trabajo en el supermercado. Tiene 40 años y los requisitos buscaban a personas que no superen los 35. Cuando comenzaron a enviarle fotos de las interminables filas, al alba, se apresuró y llegó a las 7 de la mañana a una fila que ya superaba el kilómetro y medio. “Aspiro a cierto sector, pero, si no, a lo que sea. Donde no te exploten mucho porque hoy por hoy la necesidad de trabajo están grade que muchos empresarios se aprovechando e eso”.
La cantidad de gente que se presentó antes que él no lo aflige. “Son bastantes 500 puestos. Tengo experiencia, he trabajado mucho tiempo en diferentes cadenas de supermercados y otras áreas. Se ajusta a lo que yo sé y además, necesito trabajo. Estuve trabajando para una empresa reconocida en negro muchas horas por dos mangos».
Cerca de las 13, un hombre de la empresa se acercó hacia la última persona de la fila y a todas las personas que quisieron ubicarse en el último lugar de la fila, les dijo que por el día de hoy no recibirán más currículums. Mañana, desde las ocho, una nueva fila esperará detrás de la puerta.
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