Estaba casi confirmado el niño había muerto sé,
lo llorarían a mares aún aquellos que no lo habían conocido, se sabe lo que conmueve la muerte de un niño… aunque esto es, ya, lana de otro telar
sus amigos lo velarían en las redes,
el vacío era inmenso y el silencio los invadía tanto, que hubiesen podido estallar
El niño había muerto,
había decidido burlar su destino, adelantar los relojes; aproximarse a su vejez y finalmente morir.
Tenía precio su vida, el mismo precio que su muerte pero ¿Quién estaba dispuesto a pagar por ella?
Por su vida ó por su muerte?
Cuanto valía su muerte?
_La vida no tiene precio! (gritará a viva voz una señora, de tendenciosa moralidad)
_ Pero eso es un privilegio de unos pocos! la vida de esos pibes lo tiene! (responderá una mujer cuya identidad se mantuvo en secreto)
_Entonces, cual és su precio? (preguntó un señor)
_Es accesible, para quienes pueden pagarlo (dijo esquiva la mujer)
_Pero entonces quién decide su costo? (pregunto insistente la otra señora)
_Usted! (le respondió sin dudar ni pestañar aquella mujer)
Luego, se retiró no sin antes excusarse, dijo tener cosas que hacer. Paso el umbral de la puerta de aquel recinto y la cerró a su paso, el auditorio quedo en silencio por unos segundos, luego, respiraron profundo al unísono y abandonaron ese silencio con una impasible respetuosidad, hablaban entre ellos, quizás del niño y de sus motivos para adelantar su final, quizás de su familia y de sus amigos, de aquellos que según ellos debieran haber evitado su muerte prematura.
Quizás se olvidaban de sus verdugos, no lo sé
Pero había una duda que flotaba en el aire de aquel recinto, ese día y los que vendrán: ¿Qué precio tendría su vida ahora que el niño había muerto?
¿Cuántas veces escuchamos nombrar al gatillo fácil sin que se nos erice la piel?¿ A cuántos pibxs “poxy/paco” hemos ignorado? ¿Cuantas veces nos hemos preguntado qué debemos hacer por ellxs?
Una vez escuche una reflexión que se grabó a fuego en mi conciencia “el tiempo que perdemos en organizarnos se mide en la vida de nuestros pibes y pibas” Pibxs que día a día caminan las calles esquivando la muerte o tal vez huyendo de sus verdugos uniformados.
¿Cuántos de ellos zafan, cuántos caen? Existen cifras, pero no son cifras son niños y niñas y adolescentes que hoy ya no están con sus madres, que ya no abrazan a sus abuelas, que no juegan en sus barrios y que ya no acarician a sus mascotas. Son niños y niñas que adoraban las golosinas, que amaban correr detrás de una pelota o tal vez nadar, quizá volar y ser niñxs muy a pesar de lo que algunxs digan, lxs niñxs, solo quieren ser niñxs y jugar. Aunque jueguen a ser adultos, tal vez víctimas de este sistema podrido y perverso que les ha negado la infancia. La historia que hoy les comparto esconde un secreto: este niño que, en febrero se enamoraba del carnaval vistiendo los colores de su amada murga, había decidido burlar su jodido destino y “matarse” antes de que lo maten, dejarlo todo, sus amigos, su barrio, su murga para escaparle a la huesuda moribunda y cómplice, volver a empezar, tal vez. Pero ¿cuántos logran escapar y volver a empezar? ¿Cuántos logran escapar de sus verdugos? ¿Es acaso este un juego de azar cuyo premio mayor es la vida? ¿Cuál es el precio que debió pagar por su vida? He llenado estas líneas de preguntas y pocas he respondido y es que a veces las certezas esconden escabrosas y siniestras respuestas y, tal vez, no soy lo suficientemente valiente para afrontar esa realidad que nos enmudece cada vez que oímos hablar de un nuevo caso de gatillo fácil y entonces resuena en mí cabeza una sentida glosa murguera [“…de la sangre derramada de los barrios, nace la lucha de los invisibles, de los enamorados de la rebeldía; del sueño colectivo, del tuyo, del mío y de los que se abrazan para seguir viviendo y de los que hacen de la rebeldía el rostro de su lucha…”]*
Entrando en los años 2000 y con apenas algunos años de democracia en los hombros, luego de la peor de las dictaduras sufridas en el país, nos encontrábamos con más de 800 casos de Gatillo Fácil. En este 2017, contamos con más de 5000 casos, y con una estadística que asusta, «Una persona muere cada 25 horas» en manos del Gatillo Fácil.
Datos del último informe de la situación represiva CORREPI ORGANIZACIÓN
*Murga Los Mocosos del Encontronazo.
Fotos gentileza de: LAKI – PH – Canela Luka.